Hace 6 años metí mis cosas a la maleta y cogí el vuelo Moscú-Alicante para salir de mi zona de confort y cambiar mi vida para siempre.

Desde entonces, han pasado muchas cosas: he obtenido dos títulos de máster (cursándolos en un idioma extranjero para mí), he hecho unos cuantos cursos, he realizado prácticas en empresas y he firmado unos cuantos contratos laborales en empresas españolas, he emprendido, he hecho nuevas amistades y he pasado muchos momentos, a veces duros y a veces maravillosos.

Y lo más importante: he crecido como persona y me he consolidado como profesional, y todo esto en un país ajeno para mi, con una cultura e idioma que no tienen nada que ver con lo que había visto desde pequeña.

Ser inmigrante no es fácil, pero también es una decisión propia, que da paso a unas experiencias que cambian tu mentalidad, te abren la mente y te convierten en una persona mucho más flexible y adaptable a cambios, con una visión más amplia. Y también, como no, te permite ser más tolerante, entender mejor a las personas que te rodean y finalmente limpiar la mente de los clichés o prejuicios culturales, que crean las barreras entre personas, lo que, sin duda, ayuda muchísimo tanto en el ámbito laboral como en tu vida privada.